Tras dieciocho meses viajando por el mundo, de acumular tantas experiencias y ver lugares tan maravillosos, cada vez es más difícil que algo nos sorprenda. En estas dos semanas que llevamos en Perú, sí nos hemos visto sorprendidos.
Ya nos habían avisado que los peruanos y los bolivianos no son los más simpáticos de Sudamérica. Y así lo hemos sufrido estos días en Perú. Nos quedamos de piedra cada vez que preguntamos en la calle o alguna tienda por algún lugar. No nos escuchan y solo saben responder que no. Parece que no tienen el menor interés en ayudar. El otro día, por ejemplo, preguntamos en la terminal de Jaén, de dónde salía el transporte para Chachapoyas. Solo sabían decir que allí no era. A la tercera persona, por fin, nos informó, aunque de mala gana.
Claro que también nos hemos sorprendido con lugares increíbles que nos han cautivado en estos escasos días en Perú (y todavía no hemos llegado a Machu Picchu).
Sí, hemos visto decenas de cascadas en todo este tiempo, pero la caminata desde Cocachimba hasta las cataratas de Gocta, entre las más altas del mundo, fue memorable. Fuimos sin tour organizado, por nuestra cuenta, como más nos gusta y éramos los únicos que, a esa hora de la mañana, estábamos bajo los 770 metros de caída de agua.
Otro momento impresionante fue hace apenas tres días cuando medio dormidos subimos en una combi (furgoneta) en Chachapoyas y a las seis de la mañana éramos los primeros en llegar hasta las ruinas de Kuélap. Caminamos por la cima de la montaña, por encima de las nubes, con el sol todavía bajo.
Dos días más tarde, una serie de infortunios nos dejaron sin transporte desde Leymebamba a Cajamarca. Qué no sucedería para que la sinuosa carretera subiendo y bajando montañas de los Andes la recorriéramos, un tramo en un patrullero de la Policía y otro, en el techo de un camión, sobre vacas. Para el patrullero de la Policía, de casualidad conocimos al alcalde de Leymebamba, quién nos ofreció esa posibilidad. Para el camión de vacas, no había otra alternativa hasta la siguiente ciudad.
Ampliaremos todos estos lugares, por separado, en unos días.
Hola si es verdad, los bolivianos y peruanos no tienen disposición a ayudar pero talvez es porque desconfían del turismo. Ademas, son personas que para hablarles hay que ser lo menos impositivo posible ya que cualquier elevación de tono puede afectarles. Igual, son una cultura fascinante y tienen un estilo de vida que muchos no podrían aguantar. Saludos y excelente articulo.
ResponderEliminarHola Christian. Así son ellos, nosotros estamos de paso y somos los que nos debemos adaptar a cada país. Es cierto lo del tono que comentas. Un saludo
EliminarSaludos cordiales y seguiremos leyendo y comentando el blog.
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