Dos días, dos volcanes: Bromo e Ijen

Los días de descanso en la piscina del hotel de Solo nos vinieron muy bien para los siguientes días agotadores.

El paisaje extraterrestre del Bromo y, especialmente, la experiencia en el Ijen, han marcado nuestro viaje y han sido de los lugares que más nos han gustado.



¿Cómo llegamos a los volcanes?
Es posible ver los dos volcanes y llegar a Bali sin agencias, pero preferimos contratarlo en Solo, pues haciendo cálculos, de coste y tiempo, nos interesaba más de este modo.

Se puede contratar el viaje para ver el Bromo (más conocido por los turistas) o para el Bromo un día y el Ijen al siguiente, esto fue lo que nosotros hicimos. Aunque Solo está más próximo a los volcanes que Yogyakarta, hay menos oferta de agencias de viaje, por lo que el precio es más alto. Preguntando en las agencias cercanas a donde nos hospedábamos, conseguimos el mejor precio en la Oficina de Turismo de Surakarta: 800.000 IDR (58,40€) por persona, incluyendo el transporte en minivan entre Solo – Bromo – Ijen, el bus y ferry entre Ijen – Denpasar y una noche de hotel cerca de cada volcán. El precio variaba según el tipo de hotel y si elegíamos la opción de subir hasta el Bromo en jeep, o por nuestra cuenta. Desayunos incluidos en el precio, pero no el resto de comidas ni las entradas al Bromo e Ijen.

A las 10 de la mañana nos recogieron en nuestro hotel en Solo, y nos incorporamos al grupo de minivans que venían de Yogyakarta.

Nuestros anteriores desplazamientos en Indonesia habían sido todos en tren (Jakarta – Yogyakarta y Yogyakarta - Surakarta), ahora tendríamos la primera toma de contacto con el transporte por carretera en Indonesia.

Todas las furgonetas tenían un mantenimiento nulo, sin aire acondicionado que funcionara, con más personas que asientos y con conductores fumadores de tabaco negro y acostumbrados a escupir por la ventanilla. Como esperábamos, tuvimos una avería en uno de los trayectos.

El estilo de conducción indonesio no es fácilmente descriptible en texto, para comprenderlo hay que viajar 8 horas en primera fila sin reposa cabezas, junto al conductor, sin cinturones de seguridad y un salpicadero lleno de adornos de colores. Otra opción es leer la entrada: Conducción indonesia, con más detalles al respecto.

BROMO
El primero de los volcanes de nuestro viaje fue el Bromo, de 2.329 metros. No nos impresionó por su altura, ni por ser un volcán activo (última erupción, en 2011), sino por el entorno en el que se encuentra, en la caldera Tengger.


De Solo al hostel próximo al volcán necesitamos unas 10 horas de camino. Paramos para comer y dos veces para estirar las piernas. Antes del volcán, en Probolinggo nos bajamos de las primeras minivans en una agencia de viajes y nos subimos en otras que fueron repartiéndonos por los alojamientos del volcán.

Cenamos lo que pudimos y a descansar cuanto antes, en los sacos de tela que llevamos, ya que las sabanas del hotel estaban asquerosas. A las 3:30 nos recogieron en jeep para subir al mirador próximo al Bromo para ver amanecer por detrás del volcán.

A oscuras, con el cuerpo cortado por el frío, fuimos subiendo los 300 metros hasta el Gunung Penanjakan. Arriba ya había otros visitantes sentados frente al Bromo, algunos con una taza de café caliente, pues los más madrugadores son los locales que ponen sus pequeñas tiendecillas junto al sendero.

Nos encantó la aparición del Bromo entre las primeras luces del día. El amanecer fue espectacular con los humos del volcán, el cielo entrecubierto, el volcán Batok de color verde junto al Bromo y el Kursi y los tonos ocres de la caldera Tengger. Realmente impacta ese paisaje, parece no ser de este planeta. Hubiera sido todavía mejor si hubiera estado más despejado y se viera al fondo el Semeru (3.676 metros).



Media hora después de amanecer volvimos al jeep, que nos llevó hasta otra zona próxima al Bromo. Desde aquí, caminamos una media hora hasta el cráter esquivando a los caballos (otra opción para llegar hasta la escalera de 250 escalones que sube al cráter).


Por los escalones ya podíamos oler los vapores del volcán. Nunca habíamos estado en el cráter de un volcán activo, solo eso ya hacía el momento memorable. Más todavía si nos girábamos y contemplábamos las vistas de la caldera y el sendero hacia el cráter.



Antes de montarnos en el jeep pagamos el ticket: 75.000 IDR (5,48€). Creemos que el precio real, si se paga en el control de acceso es más barato, en torno a 25.000 IDR (1,83€). Nosotros tuvimos que pagarle el ticket al conductor del jeep que habíamos contratado. En un principio nos negamos, uniéndonos a una chica alemana que amenazaba con llamar a la policía. Finalmente, como el asunto no parecía solucionarse, acabamos pagando para no perdernos el amanecer, y más que nada por respeto a los otros turistas que estaban dentro del jeep, y ya habían pagado el ticket.


IJEN
El atractivo del Ijen, no es solo el hecho de ser un volcán de 2.799 metros, sino su localización, las aguas sulfurosas de color azul turquesa de su cráter, las fumarolas amarillas, las increíbles vistas a lo largo de su cráter y el trabajo de los mineros del azufre.


Salimos del guesthouse en el Bromo sobre las 9:30 camino del Ijen. Parada para comer y, poco después, nuestro minivan dejó de funcionar en una estrecha carretera entre el mar y un cementerio musulmán. Se avisaron entre los conductores e intentaron repararla, sin éxito. La solución fue repartir a los nueve ocupantes entre las otras cuatro furgonetas durante la mitad del trayecto. Paramos también en una agencia, antes de partir hacia el guesthouse, en mitad de bosque.

Unas 9 horas de trayecto en total. Las carreteras, cuanto más nos acercábamos al destino, más estrechas y con más curvas. Cena rápida y a dormir hasta las 4:00 que salió la furgoneta hacia el volcán. Antes de salir del hostel pagamos el ticket de acceso: 25.000 IDR (1,83€). No pagamos el extra de entrar con la cámara (50.000 IDR).

Sobre las 5:00 llegamos a la entrada al Parque. Todavía a oscuras, lloviznando, nos saludó la primera pareja de mineros que subían con las canastas vacías. El camino es suave al principio y moderadamente se va inclinando hacia arriba. Tres kilómetros (o una hora y media) de subida entre lluvia, niebla y mineros que nos ofrecían figuritas de azufre, o preguntaban si queríamos hacerles una foto por unas miles de rupias.


Al llegar arriba estábamos muy cansados y enfadados pues pensábamos que la niebla y nubes no nos dejarían ver nada. Cuando creíamos que habíamos visto todo lo posible. Un minero nos animó a continuar hacia delante pues en "fifteen minutes, cráter". Y llevaba razón, el cielo empezó a despejarse y comenzamos a ver el lago volcánico y los humos amarillos. A pesar del cartel que prohibe bajar hasta el agua a los turistas, bajamos por un sendero escarpado con rocas sueltas (algo arriesgado), haciéndonos hueco entre los mineros y sus trozos de azufre. Cuando el viento soplaba hacia nosotros el aire era irrespirable.

Se aproximaba la hora de regreso al minivan, así que ascendimos hacia la corona del cráter, y luego descendimos por el camino hacia la entrada al Parque. La lluvia era más fuerte y llegamos empapados, pero estábamos muy contentos, ya habíamos visto el Ijen. Continuaba nuestra racha de suerte con el tiempo en los volcanes.

Aunque todavía muchos viajeros no conocen el Ijen y si tienen que elegir entre Bromo e Ijen, se decantan por el primero, nosotros nos quedamos con el Ijen como el más espectacular de los dos.


No pueden existir muchos trabajos más duros que el de los mineros del azufre del Ijen. En vez de quejarse por tener que esquivarnos, durante todo el camino nos los encontramos con una sonrisa, con sus pestañas y cejas de color amarillo por el polvo de azufre que se les impregna, sus rostros de edad indeterminable y transportando sobre las cervicales dos canastas unidas por bambú. Preguntándoles, nos dijeron que solían hacer el recorrido 3 veces al día y llevaban de 70 a 90 kilos de azufre. Sabían algunas frases en inglés, acostumbrados a cruzarse a diario con turistas. Evidentemente, este trabajo durísimo respirando los gases tóxicos de azufre les pasa
factura, reduciendo su esperanza de vida a unos 30 años. A cambio, reciben el doble de remuneración diaria que en la recolección de arroz o café. Por si fuera poco, cuando lo visitamos era Ramadán y la mayoría, musulmanes, realizaban su tarea en ayunas. Para mover sus cuerpos famélicos bebían unos sobres con un gel con altas dosis de estimulantes. En el suelo de las zonas donde paraban a recuperar el aliento veíamos acumuladas las bolsitas vacías.

Comidas
Fueron los peores días hasta ese punto del viaje. Por el camino, los conductores tienen acuerdos con restaurantes perdidos en mitad de la carretera con cartas para turistas. Paran ahí y no hay más restaurantes ni tiendas próximas. Comida normal, precios inflados y pésimo servicio. En el hotel del Bromo apenas había nada para cenar y en el Ijen el buffet era caro y malísimo. Por supuesto, en los alrededores de ellos no habría ninguna tienda ni warungs, así que pedimos al conductor del minivan que parase en el pueblo más próximo a cada volcán para comprar algo de comida.

Los desayunos estaban incluidos. En el Bromo desayunamos después de la subida (fruta, pan y té) y en el Ijen antes de subir, un desayuno express muy cutre (huevo duro, pan y té).

Alojamiento
Como son hoteles para pasar una única noche, no se esfuerzan lo más mínimo en la limpieza ni cuidado. Cuando se contrata el viaje hay varias categorías de hotel para elegir. Escogimos la más económica pues habíamos leído que mayor precio no significaba más comodidad. Al menos tenían agua caliente, imprescindible con el frío que hacía.

Los hoteles para el Bromo están algo más próximos a la entrada al Parque (una media hora en jeep). Los del Ijen, a más de una hora.

Estuvimos en el Bromo y el Ijen, el 9 y 10 de julio de 2013, respectivamente








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